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Andersen, Hans Christian

Andersen, Hans Christian

Andersen, Hans Christian nació en la ciudad danesa de Odense el 2 de abril de 1805. Vivió su infancia en el seno de una familia de muy pocos recursos. Su padre era un humilde zapatero y su madre una lavandera. En 1816 falleció su madre y Andersen que había sufrido una infancia llena de miseria y con burlas constantes de sus compañeros por su aspecto físico algo desgarbado y afeminado, marchó a Copenhague para intentar abrirse camino como cantante, bailarín o actor.

Sus más de 150 cuentos infantiles le establecieron como uno de los grandes autores de la literatura mundial. Entre sus famosos cuentos se encuentran El patito feo, Pulgarcita, El traje nuevo del emperador, La reina de las nieves, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo, El ruiseñor, El sastrecillo valiente y La sirenita. Sus cuentos han sido traducidos a más de 80 idiomas y han sido adaptados a obras de teatro, ballets, películas y obras de escultura y pintura. También publicó crónicas de sus diferentes viajes por todo el mundo como Libro de estampas sin estampas; obras teatrales como El mulato o una autobiografía titulada La aventura de mi vida

 

 

Cuento: El patito feo

Cuento: El patito feo


¡ HOLA  AMIGOS  Y  AMIGAS, SOY  EL  PATITO  FEO !

SI  TE  HA  GUSTADO  MI  VIDEO  SEGURO  QUE  TE  VA  A  ENCANTAR  LEER  MI  CUENTO

PERO  ANTES  DE  COMENZAR  A  LEERLO   TENDRAS  QUE  CONTESTAR  A  LAS  SIGUIENTES PREGUNTAS

TODA  LA  INFORMACION  NECESARIAS  LA  TIENES  EN  EL  BLOG

TE  VOY  A  DAR  UNA  PISTA  (si  pinchas  en autores  podras  conocer  su  vida  y  sus  cuentos)

¡ CORRE  Y  EMPIEZA  YA !

 

ACTIVIDADES PREVIAS AL CUENTO

¿Cuál es el nombre del autor que escribió mi cuento?
¿Qué otros cuentos escribió que tu conozcas?
¿Sabes en que se diferencian mis hermanos patitos de los cisnes?

¡Ya puedes empezar a leer en silencio mi cuento, luego me cuentas si te ha gustado!

 

CUENTO: EL PATITO FEO

AUTOR: Hans Christian Andersen

1ª Parte del cuento

¡Qué lindos eran los días de verano! ¡Qué agradable resultaba pasear por el campo y ver el trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras! Sobre sus largas patas rojas iba la cigüeña junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada pata. Sí, era realmente encantador estar en el campo.
Bañada de sol se alzaba allí una vieja mansión solariega a la que rodeaba un profundo foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecían unas plantas de hojas gigantescas, las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un niño pequeño pudiese pararse debajo de ellas. Aquel lugar resultaba tan enmarañado y agreste como el más denso de los bosques, y era allí donde cierta pata había hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mamá comenzaba a perder la paciencia, pues casi nadie venía a visitarla.
Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. “¡Pip, pip!”, decían los patitos conforme iban asomando sus cabezas a través del cascarón.
-¡Cuac, cuac! -dijo la mamá pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan rápido como pudieron, dedicándose enseguida a escudriñar entre las verdes hojas. La mamá los dejó hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos.
-¡Oh, qué grande es el mundo! -dijeron los patitos. Y ciertamente disponían de un espacio mayor que el que tenían dentro del huevo.
-¿Creen acaso que esto es el mundo entero? -preguntó la pata-. Pues sepan que se extiende mucho más allá del jardín, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca me he alejado tanto. Bueno, espero que ya estén todos -agregó, levantándose del nido-. ¡Ah, pero si todavía falta el más grande! ¿Cuánto tardará aún? No puedo entretenerme con él mucho tiempo.
Y fue a sentarse de nuevo en su sitio.
-¡Vaya, vaya! ¿Cómo anda eso? -preguntó una pata vieja que venía de visita.
-Ya no queda más que este huevo, pero tarda tanto… -dijo la pata echada-. No hay forma de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos más lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, el muy bandido. ¿Por qué no vendrá a verme?
-Déjame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-. Te apuesto a que es un huevo de pava. Así fue como me engatusaron cierta vez a mí. ¡El trabajo que me dieron aquellos pavitos! ¡Imagínate! Le tenían miedo al agua y no había forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba, pero de nada me servía… Pero, vamos a ver ese huevo…
-Creo que me quedaré sobre él un ratito aún -dijo la pata-. He estado tanto tiempo aquí sentada, que un poco más no me hará daño.
-Como quieras -dijo la pata vieja, y se alejó contoneándose.
Por fin se rompió el huevo. “¡Pip, pip!”, dijo el pequeño, volcándose del cascarón. La pata vio lo grande y feo que era, y exclamó:
-¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin embargo, me atrevo a asegurar que no es ningún crío de pavos.
Al otro día hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó al agua.
-¡Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando magníficamente. Movíanse sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.
-No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fíjense en la elegancia con que nada, y en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeñitos. Y si uno lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. ¡Cuac, cuac! Vamos, vengan conmigo y déjenme enseñarles el mundo y presentarlos al corral entero. Pero no se separen mucho de mí, no sea que los pisoteen. Y anden con los ojos muy abiertos, por si viene el gato.
Y con esto se encaminaron al corral. Había allí un escándalo espantoso, pues dos familias se estaban peleando por una cabeza de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al estómago del gato.
-¡Vean! ¡Así anda el mundo! -dijo la mamá relamiéndose el pico, pues también a ella la entusiasmaban las cabezas de anguila-. ¡A ver! ¿Qué pasa con esas piernas? Anden ligeros y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que está allí. Es la más fina de todos nosotros. Tiene en las venas sangre española; por eso es tan regordeta. Fíjense, además, en que lleva una cinta roja atada a una pierna: es la más alta distinción que se puede alcanzar. Es tanto como decir que nadie piensa en deshacerse de ella, y que deben respetarla todos, los animales y los hombres. ¡Anímense y no metan los dedos hacia adentro! Los patitos bien educados los sacan hacia afuera, como mamá y papá… Eso es. Ahora hagan una reverencia y digan ¡cuac!
Todos obedecieron, pero los otros patos que estaban allí los miraron con desprecio y exclamaron en alta voz:
-¡Vaya! ¡Como si ya no fuésemos bastantes! Ahora tendremos que rozarnos también con esa gentuza. ¡Uf!… ¡Qué patito tan feo! No podemos soportarlo.
Y uno de los patos salió enseguida corriendo y le dio un picotazo en el cuello.
-¡Déjenlo tranquilo! -dijo la mamá-. No le está haciendo daño a nadie.
-Sí, pero es tan desgarbado y extraño -dijo el que lo había picoteado-, que no quedará más remedio que despachurrarlo.
-¡Qué lindos niños tienes, muchacha! -dijo la vieja pata de la cinta roja-. Todos son muy hermosos, excepto uno, al que le noto algo raro. Me gustaría que pudieras hacerlo de nuevo.
-Eso ni pensarlo, señora -dijo la mamá de los patitos-. No es hermoso, pero tiene muy buen carácter y nada tan bien como los otros, y me atrevería a decir que hasta un poco mejor. Espero que tome mejor aspecto cuando crezca y que, con el tiempo, no se le vea tan grande. Estuvo dentro del cascarón más de lo necesario, por eso no salió tan bello como los otros.
Y con el pico le acarició el cuello y le alisó las plumas.
-De todos modos, es macho y no importa tanto -añadió-, Estoy segura de que será muy fuerte y se abrirá camino en la vida.
-Estos otros patitos son encantadores -dijo la vieja pata-. Quiero que se sientan como en su casa. Y si por casualidad encuentran algo así como una cabeza de anguila, pueden traérmela sin pena.
Con esta invitación todos se sintieron allí a sus anchas. Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas.
-¡Qué feo es! -decían.
Y el pavo, que había nacido con las espuelas puestas y que se consideraba por ello casi un emperador, infló sus plumas como un barco a toda vela y se le fue encima con un cacareo, tan estrepitoso que toda la cara se le puso roja. El pobre patito no sabía dónde meterse. Sentíase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de él en el corral.
Así pasó el primer día. En los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor. El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban de vez en cuando y le decían:
-¡Ojalá te agarre el gato, grandulón!
Hasta su misma mamá deseaba que estuviese lejos del corral. Los patos lo pellizcaban, las gallinas lo picoteaban y, un día, la muchacha que traía la comida a las aves le asestó un puntapié.
Entonces el patito huyó del corral. De un revuelo saltó por encima de la cerca, con gran susto de los pajaritos que estaban en los arbustos, que se echaron a volar por los aires.
“¡Es porque soy tan feo!” pensó el patito, cerrando los ojos. Pero así y todo siguió corriendo hasta que, por fin, llegó a los grandes pantanos donde viven los patos salvajes, y allí se pasó toda la noche abrumado de cansancio y tristeza.

                                                    

ACTIVIDADES DURANTE EL CUENTO

¿De que color era el patito feo?

¿Cómo se sentía el patito?¿Qué cosas le hacían los hermanos al  patito feo?

¿A dónde se fue el patito cuando sus hermanos le molestaron?

¿Cómo crees que termina este triste cuento?

¡YA PUEDES SEGUIR LEYENDOLO!

 

2º Parte del cuento

 

A la mañana siguiente, los patos salvajes remontaron el vuelo y miraron a su nuevo compañero.
-¿Y tú qué cosa eres? -le preguntaron, mientras el patito les hacía reverencias en todas direcciones, lo mejor que sabía.
-¡Eres más feo que un espantapájaros! -dijeron los patos salvajes-. Pero eso no importa, con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas.
¡Pobre patito! Ni soñaba él con el matrimonio. Sólo quería que lo dejasen estar tranquilo entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano.
Unos días más tarde aparecieron por allí dos gansos salvajes. No hacía mucho que habían dejado el nido: por eso eran tan impertinentes.
-Mira, muchacho -comenzaron diciéndole-, eres tan feo que nos caes simpático. ¿Quieres emigrar con nosotros? No muy lejos, en otro pantano, viven unas gansitas salvajes muy presentables, todas solteras, que saben graznar espléndidamente. Es la oportunidad de tu vida, feo y todo como eres.
-¡Bang, bang! -se escuchó en ese instante por encima de ellos, y los dos gansos cayeron muertos entre los juncos, tiñendo el agua con su sangre. Al eco de nuevos disparos se alzaron del pantano las bandadas de gansos salvajes, con lo que menudearon los tiros. Se había organizado una importante cacería y los tiradores rodeaban los pantanos; algunos hasta se habían sentado en las ramas de los árboles que se extendían sobre los juncos. Nubes de humo azul se esparcieron por el oscuro boscaje, y fueron a perderse lejos, sobre el agua.
Los perros de caza aparecieron chapaleando entre el agua, y, a su avance, doblándose aquí y allá las cañas y los juncos. Aquello aterrorizó al pobre patito feo, que ya se disponía a ocultar la cabeza bajo el ala cuando apareció junto a él un enorme y espantoso perro: la lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. Le acercó el hocico, le enseñó sus agudos dientes, y de pronto… ¡plaf!… ¡allá se fue otra vez sin tocarlo!
El patito dio un suspiro de alivio.
-Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme -se dijo. Y se tendió allí muy quieto, mientras los perdigones repiqueteaban sobre los juncos, y las descargas, una tras otra, atronaban los aires.
Era muy tarde cuando las cosas se calmaron, y aún entonces el pobre no se atrevía a levantarse. Esperó todavía varias horas antes de arriesgarse a echar un vistazo, y, en cuanto lo hizo, enseguida se escapó de los pantanos tan rápido como pudo. Echó a correr por campos y praderas; pero hacía tanto viento, que le costaba no poco trabajo mantenerse sobre sus pies.
Hacia el crepúsculo llegó a una pobre cabaña campesina. Se sentía en tan mal estado que no sabía de qué parte caerse, y, en la duda, permanecía de pie. El viento soplaba tan ferozmente alrededor del patito que éste tuvo que sentarse sobre su propia cola, para no ser arrastrado. En eso notó que una de las bisagras de la puerta se había caído, y que la hoja colgaba con una inclinación tal que le sería fácil filtrarse por la estrecha abertura. Y así lo hizo.
En la cabaña vivía una anciana con su gato y su gallina. El gato, a quien la anciana llamaba “Hijito”, sabía arquear el lomo y ronronear; hasta era capaz de echar chispas si lo frotaban a contrapelo. La gallina tenía unas patas tan cortas que le habían puesto por nombre “Chiquitita Piernascortas”. Era una gran ponedora y la anciana la quería como a su propia hija.
Cuando llegó la mañana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al extraño patito. El gato lo saludó ronroneando y la gallina con su cacareo.
-Pero, ¿qué pasa? -preguntó la vieja, mirando a su alrededor. No andaba muy bien de la vista, así que se creyó que el patito feo era una pata regordeta que se había perdido-. ¡Qué suerte! -dijo-. Ahora tendremos huevos de pata. ¡Con tal que no sea macho! Le daremos unos días de prueba.
Así que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al término de las cuales, por supuesto, no había ni rastros de huevo. Ahora bien, en aquella casa el gato era el dueño y la gallina la dueña, y siempre que hablaban de sí mismos solían decir: “nosotros y el mundo”, porque opinaban que ellos solos formaban la mitad del mundo , y lo que es más, la mitad más importante. Al patito le parecía que sobre esto podía haber otras opiniones, pero la gallina ni siquiera quiso oírlo.
-¿Puedes poner huevos? -le preguntó.
-No.
-Pues entonces, ¡cállate!
Y el gato le preguntó:
-¿Puedes arquear el lomo, o ronronear, o echar chispas?
-No.
-Pues entonces, guárdate tus opiniones cuando hablan las personas sensatas.
Con lo que el patito fue a sentarse en un rincón, muy desanimado. Pero de pronto recordó el aire fresco y el sol, y sintió una nostalgia tan grande de irse a nadar en el agua que -¡no pudo evitarlo!- fue y se lo contó a la gallina.
-¡Vamos! ¿Qué te pasa? -le dijo ella-. Bien se ve que no tienes nada que hacer; por eso piensas tantas tonterías. Te las sacudirías muy pronto si te dedicaras a poner huevos o a ronronear.
-¡Pero es tan sabroso nadar en el agua! -dijo el patito feo-. ¡Tan sabroso zambullir la cabeza y bucear hasta el mismo fondo!
-Sí, muy agradable -dijo la gallina-. Me parece que te has vuelto loco. Pregúntale al gato, ¡no hay nadie tan listo como él! ¡Pregúntale a nuestra vieja ama, la mujer más sabia del mundo! ¿Crees que a ella le gusta nadar y zambullirse?
-No me comprendes -dijo el patito.
-Pues si yo no te comprendo, me gustaría saber quién podrá comprenderte. De seguro que no pretenderás ser más sabio que el gato y la señora, para no mencionarme a mí misma. ¡No seas tonto, muchacho! ¿No te has encontrado un cuarto cálido y confortable, donde te hacen compañía quienes pueden enseñarte? Pero no eres más que un tonto, y a nadie le hace gracia tenerte aquí. Te doy mi palabra de que si te digo cosas desagradables es por tu propio bien: sólo los buenos amigos nos dicen las verdades. Haz ahora tu parte y aprende a poner huevos o a ronronear y echar chispas.
-Creo que me voy a recorrer el ancho mundo -dijo el patito.
-Sí, vete -dijo la gallina.
Y así fue como el patito se marchó. Nadó y se zambulló; pero ningún ser viviente quería tratarse con él por lo feo que era.
Pronto llegó el otoño. Las hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las arrancó y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y frío. Las nubes colgaban bajas, cargadas de granizo y nieve, y el cuervo, que solía posarse en la tapia, graznaba “¡cau, cau!”, de frío que tenía. Sólo de pensarlo le daban a uno escalofríos. Sí, el pobre patito feo no lo estaba pasando muy bien.
Cierta tarde, mientras el sol se ponía en un maravilloso crepúsculo, emergió de entre los arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. El patito no había visto nunca unos animales tan espléndidos. Eran de una blancura resplandeciente, y tenían largos y esbeltos cuellos. Eran cisnes. A la vez que lanzaban un fantástico grito, extendieron sus largas, sus magníficas alas, y remontaron el vuelo, alejándose de aquel frío hacia los lagos abiertos y las tierras cálidas.
Se elevaron muy alto, muy alto, allá entre los aires, y el patito feo se sintió lleno de una rara inquietud. Comenzó a dar vueltas y vueltas en el agua lo mismo que una rueda, estirando el cuello en la dirección que
seguían, que él mismo se asustó al oírlo. ¡Ah, jamás podría olvidar aquellos hermosos y afortunados pájaros! En cuanto los perdió de vista, se sumergió derecho hasta el fondo, y se hallaba como fuera de sí cuando regresó a la superficie. No tenía idea de cuál podría ser el nombre de aquellas aves, ni de adónde se dirigían, y, sin embargo, eran más importantes para él que todas las que había conocido hasta entonces. No las envidiaba en modo alguno: ¿cómo se atrevería siquiera a soñar que aquel esplendor pudiera pertenecerle? Ya se daría por satisfecho con que los patos lo tolerasen, ¡pobre criatura estrafalaria que era!
¡Cuán frío se presentaba aquel invierno! El patito se veía forzado a nadar incesantemente para impedir que el agua se congelase en torno suyo. Pero cada noche el hueco en que nadaba se hacía más y más pequeño. Vino luego una helada tan fuerte, que el patito, para que el agua no se cerrase definitivamente, ya tenía que mover las patas todo el tiempo en el hielo crujiente. Por fin, debilitado por el esfuerzo, quedose muy quieto y comenzó a congelarse rápidamente sobre el hielo.
A la mañana siguiente, muy temprano, lo encontró un campesino. Rompió el hielo con uno de sus zuecos de madera, lo recogió y lo llevó a casa, donde su mujer se encargó de revivirlo.
Los niños querían jugar con él, pero el patito feo tenía terror de sus travesuras y, con el miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derramó por todo el piso. Gritó la mujer y dio unas palmadas en el aire, y él, más asustado, metiose de un vuelo en el barril de la mantequilla, y desde allí lanzose de cabeza al cajón de la harina, de donde salió hecho una lástima. ¡Había que verlo! Chillaba la mujer y quería darle con la escoba, y los niños tropezaban unos con otros tratando de echarle mano. ¡Cómo gritaban y se reían! Fue una suerte que la puerta estuviese abierta. El patito se precipitó afuera, entre los arbustos, y se hundió, atolondrado, entre la nieve recién caída.
Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo: llegaba la hermosa primavera.
Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto. Casi sin darse cuenta, se halló en un vasto jardín con manzanos en flor y fragantes lilas, que colgaban de las verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. ¡Oh, qué agradable era estar allí, en la frescura de la primavera! Y en eso surgieron frente a él de la espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus plumas y dejándose llevar con suavidad por la corriente. El patito feo reconoció a aquellas espléndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por un extraño sentimiento de melancolía.
-¡Volaré hasta esas regias aves! -se dijo-. Me darán de picotazos hasta matarme, por haberme atrevido, feo como soy, a aproximarme a ellas. Pero, ¡qué importa! Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno.
Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron, se le acercaron con las plumas encrespadas.
-¡Sí, mátenme, mátenme! -gritó la desventurada criatura, inclinando la cabeza hacia el agua en espera de la muerte. Pero, ¿qué es lo que vio allí en la límpida corriente? ¡Era un reflejo de sí mismo, pero no ya el reflejo de un pájaro torpe y gris, feo y repugnante, no, sino el reflejo de un cisne!
Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Se sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le esperaban. Y los tres cisnes nadaban y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos.
En el jardín habían entrado unos niños que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas. El más pequeño exclamó:
-¡Ahí va un nuevo cisne!
Y los otros niños corearon con gritos de alegría:
-¡Sí, hay un cisne nuevo!
Y batieron palmas y bailaron, y corrieron a buscar a sus padres. Había pedacitos de pan y de pasteles en el agua, y todo el mundo decía:
-¡El nuevo es el más hermoso! ¡Qué joven y esbelto es!
Y los cisnes viejos se inclinaron ante él. Esto lo llenó de timidez, y escondió la cabeza bajo el ala, sin que supiese explicarse la razón. Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes. Las lilas inclinaron sus ramas ante él, bajándolas hasta el agua misma, y los rayos del sol eran cálidos y amables. Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón:
-Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era sólo un patito feo.

 


PREGUNTAS POSTERIORES AL CUENTO

¿Por cuál animal le confundieron en la cabaña?
¿En qué se convirtió el patito feo?
¿Cuáles son los momentos más divertidos y tristes del cuento para ti? 
¿Qué es lo que más te ha gustado? ¿Y lo que menos?
¿Qué has aprendido con el cuento?

 

ENANOS Y GIGANTES

ENANOS Y GIGANTES

ENANOS Y GIGANTES

Era un país de enanos que vivían en paz y armonía hasta que un buen día aparecieron dos gigantes, uno de cabello amarillo y otro de cabello castaño. El poder de sus grandes brazos y piernas y sus miradas mal intencionadas amedrentaron rápidamente a todos los enanos. El miedo se adueñó de ellos y dejó paso a un abuso sin límites. Los enanos empezaron a vivir para los gigantes: les construyeron castillos, los alimentaban y sacaban piedras preciosas de las entrañas de la tierra para satisfacer su codicia.

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Un buen día los gigantes, sospechando la traición del otro, se enfrascaron en una gran pelea en la que prontamente los enanos tomaron partido. Ahora los pobres enanos sumaron a sus ya largas desdichas una más: la guerra entre hermanos. Fue así como construyeron una enorme muralla que se hacía más y más grande con el tiempo. Sin embargo, en algún momento, algunos niños enanos empezaron a cantar, (actividad que estaba prohibida por los gigantes), y su alegría se contagió y pronto se sumaron muchas voces y cantaron tan alto que los gigantes se asustaron. Una historia que nos narra sobre los grandes problemas que implica que una población viva con miedo, de lo frágil y manejables que se vuelven las personas ante la prepotencia en esas condiciones y de cómo se puede conjurar este problema.

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Es además una historia actual y que se ha repetido desde siempre en la historia de la humanidad, por lo que el cuento termina siendo una perfecta analogía de la complejidad y locura del comportamiento humano y una perfecta manera de acercarse a él.

Título: Enanos y Gigantes.
Autor: Max Bolliger
Ilustrador: Stepan Zavrel
Editorial: SM (colección Cuentos de la Torre y la Estrella)
Librería: La Familia.
Edad: a partir de 3 años.
Precio: 5.25€

LAS AVENTURAS DE TONINO EL INVISIBLE

LAS AVENTURAS DE TONINO EL INVISIBLE

LAS AVENTURAS DE TONINO EL INVISIBLE

 

Tonino, un niño de diez años como cualquiera, iba acortando la distancia a la escuela paso a paso e incrementando al mismo ritmo sus niveles de angustia. El día anterior fue su cumpleaños y no había hecho sus deberes y, claro, el maestro lo felicitaría pero inmediatamente iba a pedirle la tarea hecha. Es justamente en estos momentos cuando uno debería volverse invisible, pensó Tonino. Apesadumbrado y divagante llegó hasta su carpeta como en trance, sin fijarse ni saludar a nadie y cuando el profesor lo nombró al pasar lista y despertó por fin de su ensimismamiento se dio cuenta que el profesor no lo escuchaba, ni lo veía... ¡tampoco sus compañeros!, ¡se había vuelto invisible!

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Las ideas de futuras travesuras no se hicieron esperar. Todos estarán de acuerdo en que la nueva condición de invisibilidad de Tonino era un regalo del que nadie se cansaría fácilmente pero las cosas no son siempre como uno las espera y más pronto que tarde nuestro héroe no pudo sino sentirse como dentro de una maldición. La soledad es difícil de sobrellevar y Tonino pudo sentir el paladar estragado de saborearla hasta el hartazgo. Solo tuvo un consuelo, una niña de su mismo edificio, era la única en el mundo que podía verlo y oírlo. No es que ella fuese físicamente invisible pero de alguna manera compartía con él un cierto tipo de invisibilidad: era nueva en el barrio, algo diferente al resto y nadie quería jugar con ella.

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Gianni Rodari, uno de los más grandes exponentes de la literatura infantil y juvenil, reconocido con el premio Hans Christian Andersen, el novel de la literatura para niños y jóvenes, tiene no solo un delicioso humor al narrar sus historias sino un profundo respeto por la inteligencia de sus lectores y un magnífico manejo de la imaginación y la fantasía que funcionan como la chispa perfecta para incendiar la creatividad en sus interlocutores. La mención de esta historia es solo ocasional, la intención de la reseña es permitir la introducción de este autor en sus bibliotecas, en un lugar de privilegio además, se los aseguro.

Título: Las aventuras de Tonino el invisible.
Autor: Gianni Rodari
Ilustrador: Juanita Isaza
Editorial: Panamericana
Librería: Crisol
Edad: de 8 años en adelante
Precio: 6.00€

Don Hilario y sus Mascotas

Don Hilario y sus Mascotas

¡Por fín ha llegado una de las secciones más deseadas! Aqui obtendreis muchísima información acerca de libros fantásticos para disfrutar de ellos leyendo. Encontraréis una gran variedad de libros para que seleccioneis el que más coincida con vuestros gustos.

¡Ánimo, es muy sencillo! Sólo debeis de leer la descripción y decidiros por el mejor.

 

DON HILARIO Y SUS MASCOTAS

Don Hilario vive en el campo, junto con su amorosa esposa, pero también con una larga lista de amigos que rondan por su casa y la granja. Un perro gruñón, un gato, “(pero sin botas)”, nos cuenta, además de un monito juguetón y un loro parlanchín, a los que se suman un interesante grupo de insectos que pueblan un maravilloso mundo en miniatura.

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El texto está en versos muy bien logrados pero además dispuesto en la diagramación de este álbum infantil de tal manera que se convierte en un divertido juego de adivinanzas que el público de corta estatura disfrutará sin lugar a dudas. Así a cada verso que corresponde con un animal oculto podemos encontrar a la vuelta de página la ilustración que le corresponde lo que imprime a la lectura del álbum un ritmo lleno de expectación y enigma que mantiene en tensión a los lectores. Las ilustraciones se complementan perfectamente con el texto, llenas de colores y una cálida textura, le ofrecen a cada uno de los personajes una personalidad propia, enriqueciendo así la narrativa total de la obra en un perfecto complemento. Este libro tiene, por lo tanto, la sencillez y la magia de los juegos de antaño, que no por viejos dejan de estar vigentes en los recursos lúdicos con los que gozan nuestros niños.

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Título: Don Hilario y sus mascotas.
Autor: José Luis Mejía
Ilustradora: Ximena Castro
Editorial: Alfaguara
Librería: De pronta aparición en librerías
Edad: A partir de 3 años

Precio: 5.75€

TUS MEJORES CUENTOS-MULTIMEDIA

TUS MEJORES CUENTOS-MULTIMEDIA

En esta sección podreis ver y oir los mejores cuentos más divertidos y entretenidos. Queremos que opineis sobre cuales os gustan más y que aporteis nuevas propuestas de cuentos que os gusten especialmente. Animaos a participar!

 

Papa Noel 

http://es.youtube.com/watch?v=K1PTpYmkwGM

 

 

La Bella Durmiente

http://www.youtube.com/watch?v=mj_kIavH2P4



El Flautista de Hamelín

http://www.youtube.com/watch?v=6S5iNjcNuao

Los Tres Cerditos y El Lobo 

http://www.youtube.com/watch?v=JXoAmDDPZz4&feature=related

 

Caperucita roja, los tres cerditos y el lobo feroz


CONCURSO POESÍA DE NAVIDAD

CONCURSO POESÍA DE NAVIDAD

Preparaos para ser los mejores jurados en nuestro I Consurso de poesía de Navidad.

Podreis votad los que os parezcan más interesantes, divertidos, emocionales, o simplemente los que os gusten más de los que se irán publicando, simplemente realizando un comentario e indicando la nota que le poneis, chicos.

Además de crear los vuestros propios para que sean votados por los demás. ¡Animaos! es muy fácil y divertido!

Aquí tenemos el primer de nuestros poemas de Navidad:

Árbol de Navidad
de Roberto Meza Fuentes (Autor Chileno)

Árbol luminoso
de la Navidad,
tu cimera verde
nos dé claridad
y alegría y triunfo
en la tempestad:
Árbol luminoso
de la Navidad.

Eres, árbol claro,
un amanecer:
tu sombra es la fuente
que apaga la sed
y nos hace buenos
hasta sin querer:
Eres, árbol claro,
un amanecer.

Por ti es bello el mundo
y dulce el vivir,
árbol inefable
que no tiene fin,
alta y luminosa
torre de marfil:
Por ti es bello el mundo
y dulce el vivir.

Nació en un pesebre
el Dios del amor,
hombre, por nosotros
conoció el dolor,
y alumbró la vida
con su resplandor:
Nació en un pesebre
el Dios del Amor.

Desde ti sonríe
el Niño de Luz,
besa nuestras almas
su mirada azul
y nos hace puros
amando, Jesús:
Desde ti sonríe
el Niño de Luz.

El Burro Flautista

  Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.

  Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.

  Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.

  Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.

  En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.

  «iOh!», dijo el borrico,
«¡qué bien sé tocar!
¡y dirán que es mala
la música asnal!»

El Burro

LOS DOS CONEJOS

 

  Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.
  De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente,
amigo, ¿qué es esto?»
   «¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego...;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».
   «Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos.»
   «¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo.»
   «Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso.»

«Son galgos, te digo.»
«Digo que podencos.»
   En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

¡CREA UN FANTÁSTICO SEPARADOR DE PÁGINAS PARA TUS LIBROS!

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SEPARADOR DE LIBROS DE JIRAFA.

¿Te gustan los animales? ¿Especialmente los grandes? Entonces disfruta leyendo tus libros junto con tu nueva amiga, una jirafa gigante!.

MATERIALES:

Para hacer una jirafa gigante, necesitas: cartulina amarilla, café y blanca, tijeras, colores, pegamento de barra y color negro.

INSTRUCCIONES:

  1. Dibuja diferentes partes de la jirafa en el papel amarillo: 2 cuernos, rostro (la mitad de un círculo), nariz (una línea), una oreja (triángulo) y el cuello. Une y pega todas las partes con pegamento de barra.
  2. Tu jirafa está casi terminada. No hay muchos detalles por definer. Solo recorta y pega el ojo en papel blanco. Espera a que seque bien. Dibujale el orificio de la nariz, la boca y la pupila con el color negro.
  3. Dibuja la melena en el papel café, recortala y pegala.
  4. Espera a que seque bien antes de usarla, de otra manera las hojas de tu libro se podrían pegar entre ellas.